Aspasia
de Mileto, Siglo V aC vivió entre 470 A.C - 400 A.C, mujer griega, maestra de
retórica y compañera de Pericles.
Nació en la ciudad griega de Mileto, situada sobre la costa oeste de Asia Menor. Recibió una buena educación, leía ávidamente las obras de poetas y filósofos, especialmente las de Pitágoras. Hacia el año 445 Aspasia conoció a Pericles, líder del partido democrático y que desde el año 461 era la máxima autoridad política de Atenas.
Aspasia
y Pericles se enamoraron y fueron amantes por varios años, hasta que Pericles
se divorció de su mujer, con la que tenía dos hijos. Aunque la ley de Atenas le
prohibía casarse con una extranjera - no impidió amarla con fidelidad. Tuvieron
un único hijo, llamado Pericles el Joven, que llegaría a ser general
ateniense.
Aspasia tuvo gran influencia en la vida cultural y política
de Atenas, era maestra de retórica, tanto logófra (componía discursos o
defensas por encargo de otras personas) como pedagoga. Se rodeaba de los más
ilustres pensadores de su época y era capaz de discutir con los filósofos en
términos de igualdad, convirtiendo su casa en un centro intelectual de Atenas.
Pericles ,murió durante una epidemia de peste en el año
429 y su pérdida fue un desastre para Atenas, pues su sucesores fueron malos
gobernantes. Aspasia se casó con otro ateniense, Lisicles, un hombre tosco,
pero gracias a ella llegó a ser un orador elocuente.
Aspasia está considerada por los historiadores, como una
mujer con talento, con excelentes datos de comunicación y persuasión, de ideas
avanzadas que logró despertar la admiración y el respeto de filósofo e ilustres
demócratas.
Por el año 445 a.C conoció a Pericles, líder del partido
democrático y que desde el año 461 a.C era la máxima autoridad política de
Atenas, ya la fama que iba adquiriendo Aspasia era tal, que el propio Pericles
decidió acudir a su academia para conocerla y escucharla. Pericles tenía
cuarenta y cinco años, veinte años más que Aspasia.
Relación con Pericles
Aspasia y Pericles por José Garnelo y Alda
En esa época la aristocracia ateniense estaba muy
preocupada por la gran cantidad de matrimonios entre hombres de la aristocracia
y mujeres del pueblo llano, incluso con hetarias, lo que le dificultaba a las
jóvenes aristócratas atenienses conseguir un joven aristócrata para el
matrimonio, situación que preocupaba a las ricas familias de Atenas, pues
impedía el desarrollo de políticas de alianzas y de concentración de riquezas y
poder a través de los enlaces matrimoniales.
Pericles, decidió atender estas peticiones de los
poderosos de Atenas, mediante la prohibición del matrimonio entre hombres y
mujeres de distinta clase social. Él se encontraba casado con una aristócrata
ateniense y tenía dos hijos Jantipo y Paralos.
Al Aspasia convertirse en amante y quedar embarazada,
Pericles se divorció de su mujer, e intentó casarse con Aspasia. La oposición
social ateniense fue muy fuerte, pues significaba incumplir su propia ley
matrimonial, que había impuesto en Atenas, por lo que desistió y se llevó a
vivir a Aspasia con él pero sin ningún vínculo.
Al Pericles perder a sus dos hijos legítimos en la
epidemia de la peste que se declaró en Atenas, terminó reconociendo como
legítimo a su tercer hijo, el que tuvo con Aspasia, llamado Pericles II,
contradiciendo, con su propio ejemplo, la Ley que él mismo había promulgado,
según la cual sólo podía ser inscrito como ciudadano ateniense aquél cuyo padre
y madre también lo fueran. Su hijo llegó
a ser más tarde tesorero de la Liga de Delos entre el 410 y el 409 a. C. y
"estratego" durante tres nombramientos consecutivos, siendo
ejecutado, injustamente, después de la victoriosa batalla naval, librada contra
Esparta, de las islas Arginusas, en el año 400 a. C. Fue acusado, junto con
otros "estrategos" atenienses, de no haber socorrido a los náufragos
(Jenofonte, "Helénicas", 1, 6-7). Se desconoce si Aspasia viviría
cuando su hijo, el joven Pericles, fue condenado a muerte.
Aspasia fue compañera de Pericles hasta la muerte de
éste, como consecuencia de la epidemia de la peste que azotó Atenas, en el 429
a.C.
Acusaciones
El episodio más relevante fue el proceso público seguido
contra ella tras una denuncia ante el Aerópago por el delito de haber ofendido
a los dioses, Aspasia pensaba que se podía alcanzar todo cuanto se deseara sin
ayudas sobrenaturales, las personas eran lo suficientemente capaz para alcanzar
la serenidad en el triunfo y la resignación en el fracaso. Este era un delito
muy grave en la Grecia antigua, que podía ser castigado incluso con la muerte,
como le ocurrió a Sócrates más adelante.
En el plano político Aspasia fue acusada de tener una
influencia negativa en las decisiones de Pericles sobre el gobierno de la
ciudad, primero en el apoyo de Atenas a Mileto durante su conflicto con Samos
hacia el año 439 a.C-440 a.C., fue debida a que Samos estaba en guerra con
Mileto, que se disputaban el dominio de la ciudad griega de Priene, Mileto
acude a Atenas en petición de ayuda. Los atenienses acuerdan, que ambas
ciudades detuvieran la guerra y se sometieran a un arbitraje independiente. Sin
embargo, la ciudad de Samos se niega a este arbitraje y entonces Pericles
promulgó un Decreto, por el cual envía una expedición militar a Samos. Esta
guerra, pese a la victoria ateniense, provocó un gran descontento en diversos
sectores del ejército, por lo dura y la cantidad de muertos atenienses; por ser
la ciudad natal de Mileto, estos hecharon la culpa a Aspasia del
enfrentamiento. Como consecuencia de esta guerra, sufrieron difamaciones
personales y se vieron envueltos en procesos judiciales por sus enemigos
políticos. Más adelante con el inicio de la Guerra del Peloponeso en el año 431
a.C, que a la postre marcaría el inicio de la decadencia ateniense.
Fue acusada además de suministrar a Pericles
"mujeres libres" para sus aventuras eróticas, fue llevada a juicio
por impiedad por el poeta cómico Hermipo como principal acusador. Aspasia tuvo
que comparecer ante un tribunal compuesto por 1.500 ciudadanos atenienses para responder
ante estas acusaciones.
Pericles defendió a Aspasia en su juicio, habló durante
mucho tiempo ante el tribunal y tuvo que recurrir a todo su prestigio y
elocuencia para lograr su salvación, los argumentos que empleó fueron tan
contundentes que salió absuelta del mismo, pero, su amigo Fidias (escultor) fue
condenado a prisión, donde murió, y Anaxágoras fue acusado por sus creencias
religiosas.
Críticas
Tanto Aspasia como Pericles no eran inmunes a las
críticas, pues la preeminencia en la democracia ateniense no era equivalente a
la de un gobierno absoluto. Por llevar una vida de mujer libre e independiente,
impropia de una esposa ateniense, fue atacada y ridiculizada por los
conservadores y por los cómicos, entre los que cabría destacar a Aristófanes en
su obra Acarnienses, donde la presentó como la principal inspiradora de la
política de Pericles y al poeta Hermipo que fue acusador en los dos procesos
contra Aspasia.
Aspasia era muy criticada, en concreto porque se decía,
que Pericles hacía lo que ella decidía. En la comedia ya la llamaban Ónfale y
con esta alusión, los autores cómicos querían presentar a Pericles como un
"esclavo" de Aspasia, sometido a la voluntad y a los caprichos de la
bella milesia. Hera fue otro de los epítetos que los cómicos otorgaron a
Aspasia. Los enemigos de Pericles, partidarios de la oligarquía,
ridiculizaban a éste afirmando que su política exterior le era impuesta por la
propia Aspasia.
Relación con Lisicles
Se volvió a casar con Lisicles, al mes de haber fallecido
Pericles. Lisicles fue un hombre muy rico, pero inculto, que, gracias a las
enseñanzas que recibió de ella, llegó a ser un brillante orador. De este
segundo matrimonio tuvo un hijo, Poristes. Éste matrimonio fue muy breve, pues
Lisicles murió entre el 428-427 a.C., en la guerra de Caria.
El discurso fúnebre de Pericles (Tucídides)
III. Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos . En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.
Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir.
El discurso fúnebre de Pericles (Tucídides)
III. Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos . En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.
Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada